El pasado fin de semana disfruté enormemente en el taller del dinero que impartí junto a mi amigo y colega Juan Londoño. Un taller de corte sistémico en el que hablamos de ese gran tabú (del que es de mala educación hablar) que es el dinero.
Una de las cuestiones que trabajamos durante este taller estuvo relacionada con el precio de nuestro trabajo ¿cuánto vale? ¿Qué precio tiene mi hora? ¿Cuál es mi salario?. Experimentamos con ejercicios y con intervenciones sistémicas y alguna constelación y, en cuestión de pricing, me llevo las siguientes conclusiones:
El precio justo
El precio justo/adecuado/equilibrado ordena la relación con el cliente y establece un marco de confianza que constituye el punto de partida de esa relación comercial.
Bajar precios
Cuando bajo un precio por debajo de mi valor suceden varias cosas:
- No estoy poniendo en valor mi trabajo y si yo no lo valoro, el cliente tampoco lo va a valorar (algo que parece evidente).
- Genero desconfianza en el cliente. El cliente percibe el valor e inconscientemente puede pensar que hay una agenda oculta.
- Establecemos una relación comercial desde el desequilibrio, desde algo que saldar. La tendencia será a dar menos por nuestra parte o a generar una incomodidad en el cliente que inconscientemente percibe la deuda y se marcha.
Nuestro precio/hora es directamente proporcional al valor que nos damos y a nuestra confianza en nosotros mismos.
El uso del lenguaje
Nuestra forma de expresarnos condiciona nuestra relación con el dinero y la relación de otros con nuestro precio.
- Cuando digo «esto cuesta X«, estoy comunicando que el precio requiere un esfuerzo
- Cuando digo «su valor es X» estoy comunicando que detrás del precio hay algo valioso
- Cuando digo «la inversión es X» estoy comunicando que detrás del precio hay beneficios.
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